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1:2 Abraham engendró a
Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos.
1:3 Judá engendró de
Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram.
Saltamos al 1:5 Salmón
engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isa.
1:6 Isaí engendró al rey
David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías.
Saltamos al 1:16 y Jacob
engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo.
Lo excepcional de este texto es que nos muestra entre los antepasados de nuestro Señor Jesucristo a cinco mujeres, incluyendo su madre. Todas ellas presentan características notables. Pero las cuatro primeras se destacan no necesariamente por su ejemplaridad, sino porque eran mujeres que conocían el dolor, mujeres despreciadas socialmente, mujeres que podrían no ser consideradas dignas de integrar una genealogía tan excelente como la genealogía del gran Dios y Salvador Jesucristo.
Lo excepcional de este texto es que nos muestra entre los antepasados de nuestro Señor Jesucristo a cinco mujeres, incluyendo su madre. Todas ellas presentan características notables. Pero las cuatro primeras se destacan no necesariamente por su ejemplaridad, sino porque eran mujeres que conocían el dolor, mujeres despreciadas socialmente, mujeres que podrían no ser consideradas dignas de integrar una genealogía tan excelente como la genealogía del gran Dios y Salvador Jesucristo.
Estas cinco mujeres representan
ampliamente características de lo que puede ser socialmente cualquier mujer,
incluye no sólo mujeres santas, sino también mujeres ambiciosas, mujeres
meretrices, mujeres con fracasos en el amor, mujeres en desamor, mujeres
astutas. Todas las mujeres están representadas en las cinco que menciona Jesús,
con la finalidad de que se pudiera destacar que Jesucristo se identifica con
todas y su gran valor ante el reino de Dios.
- Tamar es tipo de las mujeres humilladas por las reglas sociales.
- Rahab, tipo de las mujeres excluidas socialmente.
- Rut, Es tipo de la mujer sola y sin suerte.
- Betsabé. Tipo de una mujer ultrajada y abusada.
- María, tipo de la mujer ejemplar, aun sin recursos.
- Tamar es tipo de las mujeres humilladas por las reglas sociales.
En el versículo 3, vemos
a Tamar. Encontramos su trágica historia en Génesis 38. Es la historia de una
mujer que tuvo dos maridos, uno después de otro. Ambos fueron hombres malvados,
a los cuales el Señor enjuició y quitó la vida. Tamar no tuvo hijos de ninguno
de ellos. Del segundo -Onán- pudo haberlo tenido, pero dice la Escritura que,
en el momento de la relación sexual, éste vertía en tierra para no engendrarle
hijos. ¿Pueden ustedes imaginar una humillación más grande para una esposa que,
según la tradición judía, ansiaba tener muchos hijos?
Muerto su segundo esposo,
Tamar se quedó desolada y triste, como no podemos imaginarnos. Según la ley,
Judá, su suegro, debía darle el tercero de sus hijos como marido, en lugar de
los que había perdido. Pero él no quiso hacerlo. Pensó: "Si le doy éste,
también morirá". Y Tamar se quedó en la casa de su padre como cuando era
soltera, viendo cómo los años pasaban, sin marido ni hijos. Allí ideó un plan,
y según este plan, ella se puso al alcance de Judá, para que su propio suegro
engendrara hijos en ella. Judá, sin advertir que era su nuera, engendró hijos
en Tamar, y así nacieron Fares y Zara.
Tamar no forma parte de
la genealogía de Jesús porque haya sido una mujer virtuosa, sino más bien
porque fue una mujer que lloró las lágrimas más amargas, a la cual Dios miró
con misericordia. Su nombre no debería estar allí. Jesús no se avergüenza de
que Tamar aparezca mencionada entre su familia, como tampoco se avergüenza de
aquella mujer que sufre y es humillada por la sociedad de que su nombre esté
inscrito en el libro de la vida.
¡Cuántas Tamar han sido
llamadas a formar parte de la familia de Dios! ¡Cuántos hombres indignos, como
Judá, este hombre de corazón duro, son mencionados con honra en las Escrituras!
Se dice, por ejemplo, de Jesús, que es el león de la tribu de Judá. Allí está
Judá, un hombre casi indigno de ser mencionado. Hay muchos hombres santos,
“hombres de Dios” que humillan a sus mujeres, sin saber que esa mujer, Dios la
tiene presente. No importa que el diablo te diga que n no sirves, que no vales
nada. Para Dios eres importante. GLORIA A DIOS.
Cuando el pueblo de
Israel estaba a punto de entrar a la tierra prometida, Josué envió dos espías a
Jericó. Ellos no fueron a golpear el palacio del rey. No, ellos fueron a un
lugar donde podrían pasar inadvertidos: a la casa de una prostituta. ¿No era
normal que entraran hombres a esa casa? Allí estaba Rahab. Era una de las
prostitutas de Jericó.
Cuando Rahab recibió a
los espías, se jugó la vida por ellos, porque los ocultó para que los enviados
del rey no los sorprendieran. Ella dijo: "El Dios de ustedes va a tomar la
ciudad. Aquí todos los hombres están temblando, sus corazones son como agua. Yo
sé que el Dios de ustedes es el Dios verdadero. Por tanto, los voy a esconder.
Pero una cosa les pido: cuando venga la destrucción sobre esta ciudad, tengan
misericordia de mí y de mi familia". Y así ocurrió. El día en que vino la
destrucción sobre Jericó, Rahab puso como señal un cordón de grana en la
ventana, para que fuera visto de lejos por los israelitas. Entonces ellos
dijeron: "Esa casa que está allí en el muro no puede ser tocada. Es la
casa de Rahab".
Ellos no dijeron eso
porque fuera la casa de un hombre insigne o de una mujer importante de la
ciudad. No. Era la casa de Rahab. ¡Qué honra, qué salvación! Y, cuando llegaron
los israelitas arrasando todo lo que había con vida, ¿se imaginan ustedes al
padre de Rahab diciendo a los guerreros israelitas: "Yo soy el padre de
Rahab, así que usted no me puede tocar"? ¿O a una mujer diciendo: "Yo
soy hermana de Rahab, soy intocable"? En ese momento, el nombre de Rahab
era como un escudo para toda su familia. ¡He ahí una prostituta levantada al
sitial de una mujer de fe, y mencionada también en Hebreos 11!
Hay mujeres a las cuales
el pasado les aplasta. El pasado es como una cadena en el corazón o como una
carga sobre su conciencia. Pero miren ustedes a Rahab, y verán cómo el pasado
desaparece, cómo los pecados son borrados. Ese hilo de grana colgando de su
ventana nos habla de la preciosísima sangre de Jesús, que limpia todos los
pecados de una vez y para siempre. Ya no diremos Rahab la ramera, sino Rahab,
la mujer justificada, santificada por la fe.
Nunca más sería recordada
con ese epíteto vergonzoso. Ella fue la bisabuela del rey David. Su hijo Booz,
que aparece en el libro de Rut, es un hombre de un carácter tan sólido, tan
consistente, tan íntegro, como pocos en la Biblia. ¡Booz, el hijo de Rahab!
¿Qué enseñanzas le entregó ella a su hijo, que llegó a ser tan noble?
Una vez más Jesús
reconoce a una mujer no por su pasado, por los errores que haya cometido; Jesús
la reconoce por su valor. Si la iglesia identificara a la gente por su valor,
como lo hace Jesús, sería una iglesia que sigue los ideales de Jesucristo.
A ti mujer que tienes
algún pasado o presente oscuro y socialmente despreciado, Jesús te dice que
estas o puedes entrar en su círculo; Él ve más allá de persona, Él te ve con un
instrumento suyo, no importa como el hombre te vea. Él no mira tú infidelidad,
Él te mira con ojos de misericordia. ALELUYA.
El libro que relata la
historia de Rut es uno de los más delicados, más tiernos, más dulces de la
Biblia. Rut era extranjera, era moabita. Ella se casó con uno de los hijos de
Noemí. Murieron su marido, su cuñado y su suegro. Quedó viuda y desvalida.
Noemí quedó sola con sus dos nueras. Una de ellas era Rut. ¿Pueden imaginarse
ustedes una casa donde hay sólo tres mujeres viudas?
Cuando Noemí decide
volver a Israel, su patria, Rut le dice: "Yo no me quedaré aquí. Desde
hoy, tu Dios será mi Dios; tu patria, mi patria. Me voy contigo". Y Rut
llegó a Israel, y comenzó a recoger espigas en el campo de Booz, el hijo de
Rahab. Booz, que era un hombre mayor, la miró con misericordia, y dijo a los
hombres que cosechaban su trigo: "Dejen caer algunas espigas para que ella
recoja. Ella cuida de su suegra. Ella decidió dejar su parentela, para venir a
ampararse en el Dios de Israel". Rut era una mujer virtuosa.
Pero también tenía
-aparte de su viudez-, otra razón para sentirse menoscabada: los moabitas no
eran bien recibidos en Israel. Ellos eran descendientes de Lot. Ustedes
recordarán la historia de Lot, quien luego de huir de Sodoma, se fue a vivir al
monte, sólo con sus dos hijas. Y esas hijas, que no tenían esperanza de tener
marido, recurrieron a una estratagema para concebir de su propio padre. Dos
hijos nacieron de esa relación incestuosa. Uno de ellos es el padre de los
moabitas. Para nosotros decir hoy 'Rut la moabita' no significa mucho, pero en
su tiempo, era un apellido ignominioso, un motivo de deshonra.
Y esta mujer, Rut, se
allegó al Señor, y encontró misericordia. Dios miró sus lágrimas, la consoló, y
le dio el mejor marido que una mujer de Israel podría haber soñado: Booz. Este
marido no sólo era íntegro como hombre, sino además un hombre rico y piadoso.
El Señor miró a Rut y la levantó del polvo.
Aunque ha habido
lágrimas, sufrimientos, soledad, hayas tenido que sepultar a un ser querido.
Dios te abre sus brazos, porque Él te tiene en su círculo. Aunque no lo creas,
Jesús cree que tienes un gran valor. Jesús levanta tu cabeza para siempre.
4. Betsabé. Tipo de una mujer ultrajada y abusada.
Aunque no se menciona su
nombre, pero si se hace mención de "la que fue mujer de Urías".
Se llamaba Betsabé, a la
cual David la miró un día con ojos codiciosos, mientras el marido de ella
estaba en la guerra. Y él, siendo el rey, la hizo venir y la ultrajó. Y más
aún, envió mensajeros para que Urías, el marido, fuese puesto en la primera
línea de batalla y muriera, de tal manera que esa mujer quedara libre. Un negro
pecado con terribles consecuencias.
Pensemos un momento en el
dolor de Betsabé. No sólo había sido ultrajada por el rey; había quedado viuda,
y había perdido a su hijo. Todas las desgracias imaginables para una mujer se
le habían desencadenado de la noche a la mañana. Y el Señor misericordioso y
compasivo, que se complace en consolar, la miró. Le dio otro hijo, y ese fue
nada menos que Salomón, el heredero del trono. David tenía más de veinte hijos,
pero Dios -dice la Escritura- amó a Salomón. ¿Por qué creen ustedes que Dios
amó a Salomón?
Salomón no era hijo de
una reina o una heroína. Era hijo fue el hijo de una mujer ultrajada, que había
sufrido desgracia tras desgracia. Pero para Dios era una gran mujer. Otra vez
Dios miró su gran valor. A esas mujeres que han ultrajado y abusado, Dios no
las ha olvidado; en cambio, Jesús la tiene dentro de su círculo.
5. María, tipo de la mujer ejemplar, aun sin recursos.
María, la madre de Jesús
fue La mujer más virtuosa, más santa, más hermosa, de cuantas mujeres han
pisado la tierra. Sin embargo, María no era una hija de un rey, no era una
princesa nacida en Jerusalén. Era una mujer galilea, una jovencita que vivía en
esa zona despreciable, al norte, donde ya se perdía Israel, cerca de Siria, en
la ciudad de Nazaret.
Cuando Dios buscó a una
mujer, para que su Hijo viniera al mundo, sus ojos no miraron hacia Jerusalén,
la ciudad real; sino hacia Nazaret, la ciudad perdida en aquellas regiones
"de sombras de muerte". ¡Bendito es el Señor!
Dios levantó también la
cabeza de esta jovencita preciosa y humilde. Jesús no buscó una joven que
viviera en opulencia o de una familia rica o de los principales.
Aquellas mujeres que no
tienen riquezas, que su mayor riqueza es su bondad; mantén esa característica,
no mires la opulencia de otras. Porque muchas han sacrificado la felicidad de
un hogar o su integridad por una vida de opulencia y riquezas. Dios te dice que
no te impacientes a causa de los malignos ni tengas envidia de las que hacen
iniquidad, porque como la hierba serán prontos cortados y como la hierba verde
se secará.
A las jóvenes humildes,
quiero decirles que ustedes no escogieron la familia a la cual llegaron; no
escogieron a sus padres ni sus antepasados. Ninguno de nosotros eligió la
familia a la cual vino. Pero, ¿sabes?, el Señor Jesús escogió a cada uno de sus
antepasados. Así que veamos por qué escogió a éste y aquel, a ésta y a aquella.
Cada elección de Dios es una obra de su gracia. La de ellos y la nuestra. Es tu
valor lo que Dios aprecia, no es cuanto tengas o no tengas. No es la posición
social, o el novio rico que estas buscando. Jesús mira algo más allá de lo
evidente, mira el gran valor que tienen las mujeres, sobre todo mujeres como
tú.
En esta conferencia
quiero expresarte en síntesis, que el aprecio que Dios le tiene a la mujer es
incalculable.
Jesús experimentó que la
mujer es el ser humano más fiel, más cariñoso, más afectuoso, más devoto que ha
habido sobre la faz de la tierra.
Es por eso que el diablo
ha tratado de excluir a la mujer del accionar de la obra de Dios en la tierra.
Ha difundido su mensaje distorsionado de que el hombre es la criatura preferida
de Dios.
Desde la antigüedad,
incluyendo a los hebreos, a la mujer se le negaba derechos civiles y políticos;
incluso, hasta derechos ministeriales. Sin embargo, aunque Dios era respetuoso
de las costumbres judías, siempre Él daba a entender que delante de Dios no
había diferencias de género, raza y color.
Dios reconoció el valor
de las mujeres, cuando les reconoció los derechos civiles, otorgándole el
pedido de las hijas de Zelofead en Números 27.
Reconoció el valor de las
mujeres, cuando les reconoció los derechos políticos; al otorgarle el título de
jueza a Débora en Jueces 4.
Reconoció el valor de las
mujeres, cuando les reconoció el derecho de ministrar su palabra, al otorgarle
el título de profetiza a Débora, Hulda, Ana y las hijas de Felipe. Hoy hay unos
guiados por el diablo, para enseñar que las mujeres no deben predicar, liderar,
enseñar o pastorear; pero mentira del diablo, ya que la Biblia dice en Gálatas
3:28: “Ya NO HAY JUDIO NI GRIEGO; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni
mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Jesús cambio ese
legalismo, superando una cultura patriarcal. Jesús reconoce el gran valor que
tiene una mujer. GLORIA A DIOS.
Jesús vino a honrar y
restaurar a la mujer como tal. Fueron las mujeres las que acompañaron, apoyaron
y sirvieron en el ministerio de Jesús. Ellas permanecieron fieles hasta su
crucifixión. Fueron las primeras que vieron la tumba vacía, las primeras en
recibir el aviso de la resurrección de Cristo y las primeras en ver al Cristo
resucitado. También fueron ellas las primeras en dar aviso a los discípulos de
la resurrección del Señor.
En el periodo de
persecución de la iglesia primitiva, Pablo encarcelaba y mataba a los
cristianos, dentro de ellos iban muchas mujeres, que murieron fieles a Dios
(Hechos 8:3). Fueron muchas las mujeres que colaboraron con Pablo en su
apostolado y fueron ellas las que contribuyeron grandemente con la expansión
del evangelio en la iglesia primitiva.
MUJER....
Que nadie menosprecie tu
papel en el Reino de Dios. Que nada ni nadie te impida ejercer ese gran lugar
que mereces en el Reino de Dios.
Esperamos mujeres
fuertes y poderosas en cada congregación, mujeres que junto a los grandes
hombres de Dios, sigan dignificando y ensanchando el Reino de Dios en cualquier
lugar.
Mujer de Dios, eres una
joya preciosa de mucho valor, de un valor incalculable. Tu valor es tan grande
que Jesús quiere tenerte en su círculo.
Por cuanto la Palabra
quiere que vivamos de triunfo en triunfo. Por cuanto la Biblia dice que no
quiere que nadie se pierda. Por cuanto, en el círculo de Jesús, hay un espacio
especial para las mujeres, sin importar su pasado y procedencia.
FUENTE: Gracias hermano Hilario
Balio por este aporte maravilloso.